El estrés no es igual para todos y no puede manejarse con una receta universal. Lo que a una persona le parece insoportable, a otra apenas le incomoda. Un examen, una reunión con el jefe, una discusión en pareja o un retraso en el tráfico se experimentan de manera distinta según la historia, el carácter y los recursos de cada quien. Por eso, manejar el estrés no significa copiar lo que hace otro, sino encontrar la manera que funciona para uno mismo. Igual que al buscar un remedio para dormir: algunos leen, otros toman una infusión, otros escuchan música suave. No existe un único camino; se trata de descubrir el propio.

La base de este descubrimiento está en diferenciar lo que podemos controlar de lo que no. Gran parte del sufrimiento proviene de intentar luchar contra lo inevitable: como querer detener la lluvia con un paraguas roto o esperar que alguien cambie de carácter de un día para otro. Esa lucha siempre está perdida y solo conduce al agotamiento. En cambio, aceptar los límites de lo que está en nuestras manos produce un alivio inmediato, porque dejamos de invertir energía en batallas perdidas y la dirigimos hacia lo que sí puede transformarse.

Comprender esta diferencia genera libertad interior. No es la libertad de hacer todo lo que uno quiera, sino la capacidad de elegir la actitud frente a lo que ocurre. Así, dejamos de reaccionar en automático y comenzamos a responder con conciencia. La diferencia se nota en la manera de situarse frente a los problemas:

  • Quien se siente víctima piensa que no tiene opción y que la vida lo arrastra.

  • Quien se reconoce protagonista admite lo que ocurre, pero decide qué hacer con ello.

Esa distinción se observa en la vida diaria: un empleado que recibe una crítica injusta y, en lugar de explotar, responde con calma; una madre que, frente a un diagnóstico difícil, enfoca su energía en los cuidados posibles; un estudiante que no puede cambiar la fecha de un examen, pero se organiza para llegar preparado.

Para que esta libertad sea real no basta con la buena voluntad; hacen falta recursos en tres planos:

  1. El plano práctico, que incluye la capacidad de resolver problemas, organizar el tiempo, establecer prioridades, decir que no, delegar o pedir apoyo. Sin estas habilidades, el estrés crece porque lo que podría resolverse se acumula y se convierte en montaña.

  2. El plano mental, que consiste en reconocer y transformar los pensamientos que alimentan la angustia. Muchas veces no es el hecho en sí lo que pesa, sino la historia que nos contamos: “voy a fracasar”, “esto será un desastre”, “todos están en mi contra”. Estas ideas aumentan la tensión más que la situación misma.

  3. El plano regenerativo, que abarca el descanso, el ejercicio, la alimentación, el ocio y la convivencia. Nadie puede sostenerse si está agotado; sin energía, ningún recurso práctico ni mental funciona de manera efectiva.

El desequilibrio aparece cuando se exagera uno de estos planos y se descuidan los otros. La persona que solo actúa termina agotada como un motor sin aceite; la que solo descansa evade hasta que los problemas explotan como una olla de presión; y la que solo reflexiona queda atrapada en un laberinto de pensamientos que no llevan a ninguna parte.

La verdadera fortaleza surge al integrar los tres. Saber cuándo intervenir directamente, cuándo cambiar la interpretación de lo que ocurre y cuándo detenerse para recuperar fuerzas permite enfrentar el estrés sin quedar aplastados por él. La vida no se sostiene con una sola respuesta, igual que una melodía no se compone con una sola nota. La armonía aparece al combinar acción, perspectiva y recuperación, lo que permite atravesar la tensión con mayor equilibrio.

El resultado no es la desaparición de los problemas, sino una forma más consciente de enfrentarlos. No se trata de buscar perfección ni control absoluto, sino de evitar la rigidez y ampliar el repertorio de respuestas. Quien logra mantener esa flexibilidad puede construir una vida más serena incluso en medio de la adversidad.

  • Adaptado e inspirado por los conceptos de Kaluza, G. (2023). Calm and confident under stress: The stress competence book: Recognize, understand, manage stress. Springer. https://doi.org/10.1007/978-3-031-31401-3