Todos, en algún momento, hemos experimentado la sensación de querer hacer algo “ya”, sin pensar demasiado en las consecuencias. Puede ser comer algo que sabemos que no nos conviene, contestar con enojo en medio de una discusión, gastar dinero en algo innecesario o posponer una tarea importante. Esa urgencia que sentimos es el impulso: un deseo inmediato que busca gratificación rápida.
El problema es que la mayoría de los impulsos están ligados al corto plazo. Nos hacen sentir bien unos minutos, pero a la larga traen consecuencias que dañan nuestras metas, relaciones o bienestar.
El control de impulsos es la capacidad de poner un freno en ese instante y preguntarnos: “¿Realmente quiero hacer esto o hay algo mejor que puedo elegir?”.
A continuación aprenderás cómo hacerlo con estrategias prácticas y ejemplos concretos de la vida diaria.
1. Guardar silencio y retirarse si es necesario
Cuando surge un impulso, la reacción natural es responder de inmediato. Esa urgencia viene de la parte emocional del cerebro, que actúa antes de que la parte reflexiva alcance a intervenir. Por eso, el primer paso es no hablar ni actuar en automático.
En lugar de dejar que la primera emoción dirija lo que dices o haces, guarda silencio. Reconoce: “Este pensamiento no me sirve, no necesito responder ahora”.
Siempre que sea posible, retírate unos minutos. El baño es un lugar neutral, accesible en casa, en la escuela o en el trabajo, donde puedes darte un momento de privacidad. Esa breve distancia rompe el ciclo automático del impulso y le da tiempo a tu mente para calmarse.
Ejemplo en relaciones personales:
Laura está discutiendo con su pareja. Siente la urgencia de lanzar una crítica que sabe que lastimará. Decide callar y se va al baño. Ese minuto de distancia le permite respirar, lavarse la cara y regresar con una actitud más calmada. Gracias a esa pausa, evita un comentario que hubiera dejado heridas profundas.
Ejemplo en el trabajo:
En medio de una reunión, Andrés escucha un comentario que lo hace enojar. Su primer impulso es responder con sarcasmo. En lugar de hacerlo, pide permiso para ir al baño. Ese par de minutos le dan la claridad necesaria para regresar y responder con respeto, sin comprometer su profesionalismo.
Metáfora:
Imagina que tu impulso es una chispa encendida. Si la dejas caer sobre gasolina, se convierte en incendio. Si la apartas a tiempo, la chispa se apaga sola.
2. Reconocer el impulso y sus consecuencias
Una vez que logras detenerte, el siguiente paso es poner en palabras lo que iba a pasar. No se trata de juzgarte, sino de reconocer con honestidad:
¿Qué estaba a punto de hacer o decir?
¿Qué hubiera pasado si me dejaba llevar?
¿Cómo me habría sentido después?
Hacer este ejercicio de conciencia convierte lo invisible en visible. Te ayuda a comprender que, aunque el impulso parecía inofensivo, en realidad podía traerte consecuencias indeseadas.
Ejemplo en la escuela:
Carlos, estudiante de secundaria, está tentado a copiar en un examen. Piensa: “Si lo hago, quizá saco buena nota hoy, pero si me descubren puedo reprobar y perder la confianza del profesor. Además, no aprendo nada.” Reconocer estas consecuencias lo ayuda a resistir la tentación.
Ejemplo personal:
Marina tiene el impulso de comer un pastel a medianoche. Antes de hacerlo, piensa: “Me sentiré bien cinco minutos, pero mañana voy a estar inflamada y con culpa.” Ese reconocimiento le da el poder de frenar.
3. Preparar y elegir una alternativa
No basta con decir “no” a un impulso. El cerebro necesita una opción concreta que lo sustituya. Por eso es importante preparar de antemano alternativas que sean más beneficiosas.
Ejemplo en la vida cotidiana:
Ana suele pedir comida rápida por impulso. Para evitarlo, anotó en una lista: “Si me da antojo, preparo un sándwich saludable o un té”. La próxima vez que la tentación aparece, recurre a esa alternativa. No se queda con hambre ni con culpa.
Ejemplo en relaciones:
Pedro, enojado con un compañero de trabajo, siente el impulso de enviar un mensaje agresivo. Su alternativa es escribir el mensaje en un borrador y dejarlo guardado. Al día siguiente, lo relee y se da cuenta de que no necesita enviarlo.
4. Reforzar la alternativa con razones claras
El impulso se siente fuerte porque ofrece placer inmediato. Para darle fuerza a la alternativa, necesitas recordarte por qué es mejor opción.
Haz una lista mental o escrita de las ventajas. Al repasarla varias veces, el impulso pierde atractivo y la alternativa gana poder.
Ejemplo en el trabajo:
Martín está molesto y quiere responder de manera cortante a un correo. Antes de hacerlo, piensa: “Si contesto con calma, muestro profesionalismo, evito conflictos y mi jefe valorará mi actitud.” Estas razones lo motivan a elegir la respuesta correcta.
Ejemplo personal:
En lugar de gastar en ropa innecesaria, Sofía piensa: “Prefiero ahorrar porque quiero viajar. Esa experiencia me dará más satisfacción que cualquier prenda nueva.”
5. Decirte un “no” firme y un “sí” consciente
Las palabras tienen poder. No basta con pensar vagamente en resistir. Necesitas decirlo con firmeza:
“No voy a ceder a esta tentación.”
“Sí voy a mantener mi meta.”
Decirlo en voz alta, aunque sea en privado, refuerza tu decisión. El “no” corta el impulso, y el “sí” dirige tu energía hacia una acción que sí deseas.
Ejemplo académico:
Diego tiene ganas de dejar de estudiar para ver una serie. En voz alta se dice: “No voy a encender la televisión. Sí voy a terminar este capítulo del libro porque quiero aprobar el examen.”
6. Pasar de la intención a la acción inmediata
El control real ocurre en la acción. Si te quedas solo en el pensamiento, el impulso sigue latente. Por eso, apenas tomes la decisión, actúa de inmediato.
Si decidiste no discutir, guarda silencio y cambia de lugar.
Si decidiste no gastar, cierra la aplicación o guarda la tarjeta.
Si decidiste estudiar, abre el cuaderno en ese instante.
Ejemplo:
Luis quiere comprar un videojuego caro sin planearlo. Al decidir no hacerlo, borra el producto del carrito y cierra la página de compras. Esa acción concreta lo libera del impulso.
7. Reencuadrar pensamientos impulsivos
Los pensamientos impulsivos suelen sonar como órdenes absolutas: “Hazlo ahora”, “Lo mereces”, “No puedes resistir”. Pero en realidad son solo frases automáticas. Puedes debilitarlas al reencuadrarlas en positivo:
Impulso: “Voy a responderle con enojo.”
Reencuadre: “Prefiero callar ahora para mantener la calma y cuidar la relación.”
Impulso: “No quiero trabajar, mejor duermo más.”
Reencuadre: “Me levanto ahora porque quiero cumplir mis metas.”
Este cambio transforma la sensación de obligación en una elección consciente.
8. Alejarse o distraerse si el impulso persiste
A veces, incluso después de callar, reflexionar y reencuadrar, el impulso sigue fuerte. En esos casos, lo mejor es cambiar de ambiente o distraerte con otra actividad breve.
Ejemplo social:
Luis está enojado en un grupo de WhatsApp. Tiene muchas ganas de responder. En lugar de hacerlo, decide ir al baño, lavarse la cara y poner música por cinco minutos. Cuando regresa, el enojo ya no tiene la misma fuerza y prefiere no escribir nada.
Ejemplo personal:
Claudia siente deseos de comer algo dulce. En lugar de hacerlo, sale a caminar con su perro. Al regresar, la tentación ya pasó.
9. Practicar hasta convertirlo en hábito
El control de impulsos no se domina en un día. Es como ejercitar un músculo: cada vez que lo usas, se vuelve más fuerte. Al principio cuesta, pero con la práctica se convierte en parte natural de tu vida.
Ejemplo de progreso:
Mariana solía explotar con facilidad en la oficina. Poco a poco empezó a callar, retirarse al baño y responder con calma. Después de varios meses, sus compañeros la perciben como una persona serena y confiable.
Conclusión
El control de impulsos es libertad. No significa vivir con prohibiciones constantes, sino aprender a callar cuando un pensamiento no te sirve, retirarte cuando es necesario, elegir alternativas que te beneficien y reforzarlas con acción inmediata.
Cada pequeño paso cuenta: callar un minuto, no enviar un mensaje, no hacer una compra impulsiva. Con el tiempo, esas pequeñas victorias se suman y construyen un carácter fuerte, relaciones más sanas y una vida más consciente.
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Adaptado e inspirado por los conceptos de:
Allan, S. (2022). Bite the bullet: Resist instant gratification, build mental toughness, and master the habits of self-control. Scott Allan Publishing. ISBN 978-1-989599-43-3.