Muchas personas les resulta natural y agradable recibir cariño, apoyo o muestras de afecto. Para otras, en cambio, no es tan sencillo. Pueden sentirse incómodas cuando alguien se acerca, desconfiar de las intenciones de los demás o pensar que aceptar ayuda es una señal de debilidad.
Sin embargo, el poder sentirse seguro al recibir afecto es una capacidad fundamental para la vida: nos permite construir relaciones estables, cuidar nuestra salud emocional y experimentar bienestar. Comprender este tema implica mirar cómo aprendemos a relacionarnos desde pequeños, qué patrones se repiten en la vida adulta, qué obstáculos suelen aparecer y, lo más importante, qué pasos podemos dar para abrirnos poco a poco a la cercanía con otros.
1. Cómo aprendemos a relacionarnos
Desde la infancia, los cuidados que recibimos van moldeando lo que esperamos de los demás.
Cuando hay atención y sensibilidad: un niño que recibe respuestas rápidas y afectuosas a sus necesidades aprende que pedir ayuda es seguro, que es válido necesitar de otros, y que el mundo cercano es confiable.
Cuando hay distancia o inconsistencia: si el cuidado es frío, poco disponible o cambia sin aviso, el niño puede crecer con la idea de que los demás no estarán allí cuando los necesite, y que depender de alguien es arriesgado.
Con el tiempo, esas primeras experiencias se convierten en una especie de mapa interno: una guía invisible que usamos automáticamente para interpretar lo que pasa en nuestras relaciones futuras.
En la adultez, este mapa influye en la forma en que actuamos:
Quien teme ser rechazado suele alejarse para protegerse.
Quien teme ser abandonado busca señales de aprobación constante.
Lo paradójico es que esas conductas muchas veces terminan confirmando lo que temíamos, creando un círculo difícil de romper. La buena noticia es que este mapa no es definitivo: nuevas experiencias y trabajo personal pueden modificarlo y enseñarnos a sentirnos más seguros con el afecto de los demás.
2. Qué significa sentirse seguro con el afecto
Sentirse seguro no significa no tener nunca miedo, sino poder aceptar cariño y apoyo sin que eso genere incomodidad, sospecha o sensación de pérdida personal.
Implica:
Confiar en la disponibilidad del otro: creer que esa persona va a estar presente de forma constante.
Permitirse necesitar: entender que pedir ayuda no nos hace débiles, sino humanos.
Disfrutar la cercanía: gozar de un abrazo, una palabra de aliento o un gesto de cuidado sin sentir que eso nos pone en peligro.
En otras palabras, es equilibrio: poder acercarse y recibir sin miedo, pero también mantener nuestra autonomía.
3. Dificultades más comunes para recibir afecto
No todas las personas reaccionan igual frente a la cercanía. Algunas de las dificultades más frecuentes son:
Distanciamiento emocional: enfocarse en el trabajo, mantenerse demasiado ocupado o buscar defectos en el otro para no enfrentar la intimidad.
Evasión física: incomodidad con abrazos, besos u otras muestras de afecto que implican contacto.
Desconexión interna: responder con frialdad, minimizar lo que sienten o “apagar” las emociones.
Ambivalencia: querer cercanía pero alejarse bruscamente por miedo a depender demasiado.
Pruebas constantes: poner a la pareja o al otro en situaciones para comprobar su amor o compromiso.
Reacciones defensivas: expresar enojo en lugar de vulnerabilidad porque mostrar miedo o tristeza parece demasiado riesgoso.
Detrás de estos comportamientos automáticos suele haber un mismo deseo: sentirse seguros con el cariño del otro.
4. Qué activa esa incomodidad
Cuando alguien nos da afecto y lo sentimos como una amenaza, no es casualidad: suele haber disparadores que despiertan recuerdos o creencias antiguas sobre la cercanía.
Expresiones emocionales intensas: el llanto, el enojo o el entusiasmo fuerte pueden sentirse abrumadores.
Cambios inesperados: una cancelación de planes o un retraso puede activar la sensación de abandono.
Conversaciones sobre el futuro: hablar de compromisos o planes puede despertar miedo a perder la libertad.
Demandas claras: cuando alguien pide más tiempo, más atención o más cercanía, puede vivirse como presión.
Sensación de ser evaluados: sentirse observado o juzgado puede activar defensas inmediatas.
La clave es reconocer que la incomodidad muchas veces no viene del presente, sino de lo que representa: recuerdos de momentos donde la cercanía no fue segura.
5. Salir de la zona de confort
Aprender a recibir afecto es un proceso gradual. Igual que entrenar un músculo, requiere pasos intermedios.
Pequeños acercamientos físicos: alargar un abrazo unos segundos más, en lugar de retirarse enseguida.
Compartir algo personal: comentar cómo estuvo el día, aunque sea algo sencillo.
Aceptar ayuda mínima: dejar que alguien acompañe en una tarea cotidiana, en lugar de hacerlo todo solo.
Decir sí a la compañía: aceptar ver una serie o salir a caminar juntos, aunque antes se evitaba.
Estos gestos parecen pequeños, pero son entrenamientos emocionales que amplían la capacidad de estar cómodos con la intimidad.
6. Evaluar miedos y beneficios
Cuando pensamos en abrirnos al afecto, lo primero que aparece son los miedos. Es normal: la mente intenta protegernos, aunque a veces exagera.
Miedos más comunes:
“Si muestro lo que siento, me van a rechazar.”
“Si dejo que me cuiden, voy a perder mi independencia.”
“Si me ilusiono demasiado, voy a sufrir después.”
“Si pido ayuda, me verán como débil.”
Estos temores no siempre reflejan la realidad, sino huellas de experiencias pasadas.
Beneficios de abrirse al afecto:
Tener un espacio seguro donde descansar y no cargar todo solo.
Recibir apoyo emocional en momentos de crisis.
Fortalecer vínculos que duran y sostienen en el tiempo.
Experimentar calma y confianza en la relación.
Disfrutar de momentos de ternura y alegría compartida.
Un ejercicio útil es escribir dos listas: en una, los temores sobre dejarse cuidar; en otra, los beneficios que imaginas. Luego pregúntate: ¿qué pesa más hoy en mi vida: el riesgo o la ganancia?
Conclusión
Sentirse seguro al recibir afecto o apoyo no es un lujo, es una necesidad humana básica. Todos necesitamos de otros para crecer, sanar y vivir con bienestar. Si en algún momento aprender a aceptar cariño resultó difícil, siempre es posible reaprender.
Cada gesto de apertura, por pequeño que sea, es un paso hacia relaciones más cercanas y satisfactorias. Con el tiempo, esos pasos se acumulan y transforman la forma en que nos vinculamos. Lo que al inicio era incómodo o amenazante puede convertirse en algo natural: aceptar un abrazo, recibir un consejo, dejarse cuidar.
La seguridad afectiva no significa depender ciegamente, sino confiar en que podemos apoyarnos en los demás sin perder nuestra esencia. Y eso abre la puerta a una vida más plena, acompañada y tranquila.
Por favor activa los subtítulos del video si lo necesitas
-
Adaptado e inspirado por los conceptos de:
Chopik, W. J., Weidmann, R., & Oh, J. (2023). Attachment security and how to get it. Social and Personality Psychology Compass, 17(6), e12808. https://doi.org/10.1111/spc3.12808